martes, septiembre 29, 2015

Solidaridad callejera

Paz y armonía reinaban en el puesto de tacos cuando una camioneta Meche se detuvo, conducida por un galán mamey y acompañado de cuatro muchachas de no malos bigotes. Una de ellas bajó el cristal de la ventanilla y gritó:
- ¡Dejen de tragar y pónganse a trabajar! ¡Pinches nacos jodidos!
En automático hice mi mejor tiro con el pedazo de taco que aún me quedaba, pero la aerodinámica del trozo de tortilla solo me permitió manchar de suadero la puerta de la nave.
Cuando la forro se disponía a dedicarme su mejor carcajada y el galán mostraba su dedo medio, mi compañero de barra no perdió tiempo y con una recta infernal le centró la cara a la niña con tremendo pedazo de cebolla frita recién masticada.
- ¡Jimmy, me pegaron! ¡haz algo! se desgañitó la chica, que escurría salsa verde y capas de cebolla desde un ojo que mantenía cerrado y hasta la boca, visiblemente adolorida.
Pero el Jimmy nomás hizo la finta, porque de inmediato un contingente de nacos jodidos se preparó a recibirlo de la mejor manera posible, como a todo un caballero. Así que prefirió acelerar y alejarse lo más rápido posible, a pesar de los gritos de su novia y amigas, que clamaban venganza.
Y por primera vez desde que los frecuento, los tacos fueron cortesía de la casa, supe el nombre de los taqueros y de mis anónimos compañeros, alargamos la estancia unos minutos y fortalecimos los vínculos que sostienen a esa delicada sociedad de los comensales callejeros.
... Ah claro, y la señora del puesto de al lado nos permitió colocar los refrescos en su barra, que es más amplia.

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