viernes, julio 01, 2005

En Juárez no hay nada que hacer

-Mi avión sale hasta las ocho de la noche, ¿qué puedo hacer en Juárez mientras tanto?- pregunté a mis anfitriones.
- En juárez no hay nada que conocer, sólo tenemos centros comerciales, ¡Hey, Fernando!, te encargo que pasees al licenciado por los centros comerciales y después lo lleves al aeropuerto.
Fernando no tenía pinta de pasar el tiempo en centros comerciales, pero cumplió con su deber, me llevó a un moderno complejo lleno de franquicias donde platicó conmigo lo suficiente para tomarme confianza.
- ¿Qué le parece si lo llevo mejor a la línea fronteriza, y cuando lleguen los de la border patrol les mentamos la madre desde acá?
-Me late
Desde la seguridad de nuestro territorio, insultamos gustosos al policía que nos observaba con binoculares desde El Paso, para después caminar algunos minutos por el chamizal
- ¡Que nos devuelvan el chamizaaaal!, ¡Que nos devuelvan el Chamizaaaal!- gritaba con sufrimiento un teporocho albino.
- Tranquilo, mi hermano, los gringos ya nos lo regresaron hace mucho! -lo consoló Fernando
- Ni madre, cabrón, lo que pasa es que yo soy gringo, ¡Devuélvanos el Chamizal, pinches indios!, ¡Devuélvanos el chamizal!!!
-Ahora vamos a la avenida juárez, que es a donde pasan los gringos a chupar, licenciado.
Mientras caminábamos rechazando las invitaciones a pasar a "bailar con las mejores muchachas" llegamos a una casucha cubierta de azulejos, sobre cuya puerta se alcanzaba a leer aún un mensaje desgastado por los años: "Los rapiditos", y junto a él, un sucio papel con la tarifa: $100.00. / $10 dls. Un par regordetas edecanes de risa forzada y mirada completamente muerta y vacía nos tomaron del brazo, ante la mirada vigilante de un sujeto malencarado cuya expresión y actitud atemorizante había sido seguramente muy ensayada durante años.
-Yo no le entro- le dije a mi guía un tanto en tono de broma, pues esperaba que él también rechazara la oferta.
- ¿Qué pasó, mi lic, no quería usted pasear por Juárez y conocerlo de verdad?
- En serio, compadre, no le entro, gracias.
- Entonces aguánteme, ¿no, lic? no tardo ni quince minutos.
- Ora pues, te aguanto, mientras le sigo caminando y regreso en un cuarto de hora.
No pasaron más de cinco minutos cuando los disparos interrumpieron la felicidad de la avenida. la incertidumbre y el miedo sólo me permitieron quedarme de una pieza, parado a un costado de la calle. De entre la gente alborotada alcancé a ver a mi compañero, corriendo hacia mí.
-Pélele, lic, pélele hasta el carro y no se pare.
Mientras avanzaba el vehículo hacia el aeropuerto, Fernando echó una rápida ojeada a su reloj.
-Todavía hay algo de tiempo, lic, ¿Quiere que lo lleve a conocer donde encuentran a las muertas?
-Por supuesto que no, Fernando- le dije sin disimular mi molestia ante lo macabro y morboso de la visita.
Fernando me miró primero con desconfianza, y después con algo de decepción y enojo.
- Yo creí que usted quería conocer Juárez, per nadie conoce Juárez si no conoce la tumba de nuestras muertas. Yo conocía a unas, ¿sabe? eran mis vecinas, y además mis hermanas también trabajan en la maquila. Lo peor de todo es que hay mucha gente de Juárez que no conoce el verdadero Juárez. Mientras ellos no quieran darse cuenta que los otros existimos, yo seguiré mentándole la madre a los de la border patrol desde el chamizal, me voy a seguir echando unos palos en los rapiditos y voy a seguir visitando el lugar donde encuentran a las muertas, para ver si un día de estos encuentro a mi cuñada.
Las palabras de mis anfitriones, de quienes me había despedido hace ya varias horas, no dejaron de hacer eco en mi mente- "En Juárez no hay nada que conocer, sólo tenemos centros comerciales"
Pero Fernando se había encargado, en tan sólo unas horas, de demostrar lo contrario. Mientras caminábamos en silencio entre las dunas que habían sido tumba de cientos de mujeres durante años, Fernando sólo atinó a decir.
-Aquí hay mucho que hacer y conocer, ¿o no, lic? apúrese, ya se nos está haciendo tarde para llegar al aeropuerto.